El Señor está cerca: Miércoles 29 Julio
Miércoles
29
Julio
¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, rey mío, y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán. Selah
Salmo 84:1-4
La bendición de morar en la presencia de Dios

El tabernáculo había sido terminado, y la gloria del Señor lo llenó (véase Éx. 40:34). Esta manifestación era la evidencia visible de que Dios moraba entre su pueblo. La presencia del Dios vivo y verdadero en medio de los hombres distinguía a Israel de todas las demás naciones. Podían decir con gozo: “Oh Jehová de los ejércitos, rey mío, y Dios mío”.

Sin embargo, la triste historia de Israel nos muestra cuán pronto olvidaron al Dios que los amaba. Permitieron que el enemigo les robara su gozo, sus cantos de alabanza, y perdieron de vista la presencia del Señor. Estas cosas han sido escritas para nuestra amonestación. ¿Hemos actuado nosotros de mejor manera?

En el Salmo 84, los hijos de Coré –quienes escribieron este salmo– recuerdan como Dios juzgó la rebelión de Coré, su padre, y sus seguidores (véase Nm. 16). Sin embargo, estos hijos se habían apartado de aquellos hombres malvados y fueron perdonados. Ahora mostraban una santa reverencia por el lugar donde habitaba la gloria de Dios, y con corazones anhelantes, clamaban por la renovación que proviene de su presencia. Lo que deseaban para sí, también lo querían para sus hijos. Aun los más frágiles –como el polluelo– o los más inquietos –como la golondrina– pueden hallar refugio junto a los altares del Señor.

¡Qué lección para nosotros en la actualidad! Tenemos una promesa preciosa: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). ¿Valoramos realmente la presencia del Señor? Dios nos llama a volver a él con todo el corazón, a buscar su rostro, y a experimentar la bendición reservada para quienes habitan en su casa.

Jacob Redekop