El Señor está cerca: Viernes 17 Julio
Viernes
17
Julio
Descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos.
Lucas 2:51
Aunque era Hijo, aprendió obediencia.
Hebreos 5:8 NBLA
La obediencia de nuestro Señor Jesucristo

Imagínese al Dios todopoderoso como un pequeño bebé en Belén. Imagine al Creador del universo recibiendo instrucciones de sus padres terrenales y sometiéndose con total disposición a ellos. Imagine al Hijo eterno obedeciendo en cada paso la voluntad de su Padre celestial. ¿Captamos realmente el peso de las palabras del autor de Hebreos (véase He. 5:8)? Como el Hijo de Dios, Cristo nunca estuvo, antes de su encarnación, en posición de obedecer. Pero, como Hombre, Jesús experimentó lo que significa estar bajo una autoridad superior.

En mi caso particular, y de forma muy limitada, puedo apreciar en cierta medida la hermosa actitud del Señor en medio de circunstancias tan difíciles. En su bondad, Dios me permitió, durante varios años, ocupar un puesto de autoridad en la empresa en la que trabajé; un cargo en el que estaba acostumbrado a dar órdenes. Sin embargo, un día me informaron que, por diversas razones, mi puesto sería eliminado de la estructura organizativa de la empresa. Repentinamente, quedé desempleado. Pronto encontré otro trabajo –nuevamente gracias a la bondad de Dios–, pero esta vez bajo la autoridad de otros. Fue una etapa difícil, pues ya no estaba al mando y tuvo que aprender a obedecer. La gracia de Dios me guio y enseño durante este proceso.

Si una transición tan pequeña me hizo aprender la obediencia, ¡cuánto más debe conmovernos la humillación voluntaria del Señor Jesús! Él, siendo Dios, se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo (véase Fil. 2:6-7). Sin embargo, él siguió siendo Dios en todo momento, ¡lo que resalta aún más su belleza! Jesucristo es el ejemplo supremo de la obediencia y la mansedumbre –poder bajo control–, pues su vida fue la mayor exhibición de abnegación. Por eso, si alguna vez sentimos que nuestros derechos han sido ignorados, o que merecíamos algo mejor, detengámonos un momento y dirijamos nuestra mirada al Señor Jesús.

S. J. Hulshizer