El Señor está cerca: Sábado 11 Julio
Sábado
11
Julio
Consagrarás a Jehová tu Dios todo primogénito macho de tus vacas y de tus ovejas.
Deuteronomio 15:19
Santificados para el Señor

La santificación de los primogénitos machos de las manadas y los rebaños nos recuerda el juicio que Dios ejecutó en Egipto: “Morirá todo primogénito en tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias” (Éx. 11:5). El juicio de Dios cayó sobre todos los primogénitos de Egipto, sin excepción.

Esta escena nos recuerda una verdad más amplia: “El pecado entró en el mundo por un hombre [Adán, el primer hombre], y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). El justo juicio de Dios cayó sobre Adán y sobre todos los hombres. Pero no es así con Cristo –el “Segundo Hombre”, el “Postrer Adán”–, pues “cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia” (2 P. 1:17).

El cordero pascual fue la provisión divina que ofrecía refugio ante el juicio de la muerte que caería sobre los primogénitos. Aquellos que creyeron en Dios y obedecieron sus instrucciones fueron librados de la destrucción. De este modo, lo que se perdió por causa del juicio en Egipto también fue redimido por medio de la gracia de Dios. Por eso, el Señor dice en Éxodo 13:2: “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es”. Más adelante, en Números 3:5-13, leemos cómo Dios tomó a los levitas en lugar de todos los primogénitos del pueblo: “Santifiqué para mí a todos los primogénitos” (Nm. 3:13).

Este mandato es un recordatorio solemne para nosotros, quienes hoy formamos parte de la “iglesia de los primogénitos” (He. 12:23 NBLA). Somos un “pueblo adquirido por Dios” (1 P. 2:9). Y como dice el apóstol Pablo: “¿O ignoráis… que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:19-20).

Alexandre Leclerc