Leemos por primera vez acerca de Melquisedec en Génesis 14, donde también se nos menciona por primera vez la guerra, el sacerdocio y Jerusalén (Salem). En las Escrituras, lo que aparece primero en el orden de la revelación suele manifestarse al final en el orden de realización. Desde el principio, Dios ha estado revelando progresivamente sus propósitos en Cristo, cuya consumación aún es futura.
El nombre Melquisedec significa “Rey de justicia”, y su título, “Rey de Salem”, se traduce como “Rey de paz” (He. 7:2). No obstante, es importante observar el orden: primero, rey de justicia; luego, rey de paz.
Un tema recurrente en los profetas es que el reino de Cristo será absolutamente justo en carácter. Por ejemplo, leemos: “Él juzgará a tu pueblo con justicia… Los montes llevarán paz al pueblo” (Sal. 72:2-3) –nuevamente, la justicia precede a la paz. Isaías desarrolla la misma idea: “El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Is. 32:17). La paz será resultado de la labor de la justicia, pues no puede haber verdadera paz sin un fundamento recto y justo. Esta es una de las razones por las cuales el mundo actual carece de paz: porque carece de justicia. Sin embargo, eso cambiará en el reino milenial.
Cristo es el Rey de justicia y el Rey de paz, y ese doble carácter será plenamente manifestado en el milenio. No obstante, esta verdad también tiene una aplicación para nosotros en la actualidad. Cuando estábamos en nuestros pecados, no teníamos una posición justa ante Dios ni teníamos paz. Pero Cristo trató con justicia nuestros pecados en la cruz. Hemos sido justificados –declarados justos por Dios– y, por consiguiente, ahora tenemos “paz con Dios” (Ro. 5:1). ¿Conoce usted esa paz?