Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
La entrada de los barcos a ciertos puertos marítimos solo es posible por medio de las “luces de alineación”. Se trata de dos faros que determinan la dirección que debe seguir el barco. A veces incluso hay una tercera luz para indicar con precisión el canal de entrada al puerto. Así sucede con el cristiano que trata de discernir la voluntad de Dios:
– El primer faro es la Biblia. Dios nunca conduce a un creyente por un camino contrario a lo que él dice en su Palabra. La primera pregunta que debemos hacernos es, pues, esta: “¿El camino que quiero emprender es conforme a lo que enseña la Palabra de Dios?”.
– El segundo faro es la convicción interior. Mediante su Espíritu y la oración, el Señor da al creyente una seguridad que se impone a él, a veces progresivamente. Esta convicción me dará la libertad de pedir al Señor que me acompañe. Pero, ¿estoy dispuesto a seguir la dirección que me muestre?
– El tercer faro son las circunstancias de la vida. Cuando veo el segundo faro alineado con el primero, puedo avanzar, pues dos luces alineadas deberían bastar para indicarme la dirección. Sin embargo, a veces Dios interviene para ayudarme a ver claro (Jueces 6:36-40). Estas circunstancias no son mi guía, pero Dios puede emplearlas para animarme o advertirme.
Pero, ¡cuidado! No tratemos de invertir los faros: ¡un barco que quiera pasar cerca del tercer faro antes de haber alineado su trayectoria con los dos primeros, no encontrará el canal del puerto!
(mañana continuará)