Usted es joven y quizás esconde su desesperación tras un mar de diversiones, de música pesada; también expresa su amargura mediante actos de rebelión, o incluso de violencia. ¿Es feliz porque canta, reflexivo porque se rebela, y está lleno de vida porque se agita?

¡Ante un gran vacío, usted está profundamente triste! Confiaba en el mundo y este lo decepcionó; creía en el hombre y este lo traicionó.

La sociedad en la que vive ya no tiene bases morales, pues dio la espalda a Dios. Si sigue las modalidades de esa sociedad, a usted no le queda otra alternativa que vivir y morir en su desesperación, lejos de Dios.

¡No se equivoque de camino! Dios, su Creador, aún le ofrece la felicidad presente y eterna, pues es el Dios bienaventurado. Sea consciente de todo ese mal, de esas tinieblas que le rodean. Reconozca ante Dios, quien lo ama, que usted no es mejor que los demás, y él le perdonará.

Dios se acercó a usted, vino a los hombres como un hombre en la persona de Jesucristo, su Hijo, para mostrarle su amor y para decirle que tiene el poder para salvarlo sin condenarlo y sin violar su justicia. Por amor a Dios y a usted, Jesucristo aceptó llevar en la cruz el castigo que sus faltas merecían. Si cree esto, tendrá la vida en Jesús: ¡habrá encontrado el camino de la verdadera felicidad!

“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento” (Eclesiastés 12:1).