Conduciendo por una carretera del sur de Francia, nos llamó la atención una inscripción escrita con grandes letras en una pared: ¡No puedo más! ¡Rebelión! Las dificultades materiales, el aislamiento, la falta de recursos, crean amargura y angustia; quizás incluso la rebelión ante la injusticia y la indiferencia de la sociedad. ¡Este malestar desgraciadamente es muy real en muchos países! Nuestra primera reacción es buscar ayuda en nosotros mismos y en quienes nos gobiernan.
La Biblia nos muestra otro camino, es decir, cuando pasamos por tiempos de angustia nos invita a acudir a Dios. Él es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).
Esta fue la experiencia del rey David. Como había guiado mal a su pueblo lo había conducido a una situación desastrosa. ¡Todo el mundo estaba en contra de él! ¡Pero él sabía que Dios, a quien conocía desde hacía mucho tiempo, no le abandonaría! En él encontró la fuerza para continuar su misión y reparar el daño.
El apóstol Pablo escribió: “Fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:8). ¡Estaba agotado! Pero sabía que Dios le había librado de una muerte tan grande, es decir, la muerte eterna, mediante “una salvación tan grande” por Jesucristo (Hebreos 2:3). ¿No podía Dios ayudarle también en las circunstancias difíciles de la vida? ¡Su confianza seguía puesta en el cuidado de Dios, que hace que todas las cosas ayuden para el bien de los que le aman! (Romanos 8:28).