La Buena Semilla: Domingo 7 Junio
Domingo
7
Junio
Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
Salmo 16:1
Escarneciéndole… decían (de Jesús crucificado): Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere.
Mateo 27:41-43
El salmo 16

Este salmo de David, citado en el Nuevo Testamento (Hechos 2:25-28), se aplica esencialmente a Jesús. Comienza con esta afirmación: “En ti he confiado”.

Nuestros primeros padres carecían de esta confianza en Dios. Adán y Eva dudaron de la palabra de su Creador y creyeron en la palabra del mentiroso, es decir, el diablo (Juan 8:44). El Hijo de Dios, que vino al mundo como hombre, depositó toda su confianza en Dios. Al hacerlo, devolvió a Dios el honor que le había sido robado desde el principio de la humanidad.

Los enemigos de Jesús exclamaron burlonamente mientras sufría en la cruz: “Confió en Dios”. Sí, su confianza en Dios fue proclamada públicamente. Crucificado como un malhechor, Jesús se entregó a Dios y soportó el castigo por nuestros pecados. Los sufrimientos extremos de Cristo, mediante los cuales borró nuestros pecados, no se mencionan en este salmo. Están en el salmo 22, donde leemos en este contexto: “Me hizo estar confiado” (v. 9). Nada puede alterar el amor de Jesús por Dios, ninguna duda puede turbar su corazón. Incluso a través de su muerte, permaneció confiado: “El justo en su muerte tiene esperanza” (Proverbios 14:32).

Al entregar su espíritu, Jesús se encomendó una y otra vez al cuidado de Dios, su Padre, quien lo preservó de la corrupción y le iba a resucitar. De hecho, el salmo 16 termina con una plenitud de gozo junto a Dios.

Nuestro Señor es un modelo de confianza ilimitada en su Padre… ¡Imitémosle!