Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo… anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe.
Que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
A menudo Jesús compara a los creyentes con las ovejas y se presenta como el buen Pastor que da su vida por las ovejas. Él vino para darles “vida… en abundancia”. Jesús subraya el contraste entre el buen Pastor y el ladrón, que solo quiere hacer daño a las ovejas. Efectivamente, el ladrón viene “para hurtar y matar y destruir” (Juan 10:10).
El ladrón representa a Satanás, quien trata de hacer daño a los creyentes. Sus intenciones son:
– Robar: Satanás trata de privar al cristiano de lo que Dios le ha dado: la paz, la seguridad y el gozo de la salvación, la convicción de ser amado por el Padre, la esperanza de la gloria. Aprovecha sus debilidades y caídas para acusarlo y sembrar confusión en su corazón.
– Matar: Cuando se convierte, el cristiano recibe una vida nueva, que desea agradar a Dios. Pero Satanás quiere “matar”, es decir, impedir que esta vida divina se desarrolle y tenga efectos en su conducta.
– Destruir: Por medio de mentiras, Satanás ataca los fundamentos de la fe, con el objetivo de desestabilizar al cristiano. Pone continuamente en duda la Palabra de Dios. Se dedica a producir desánimo, a impedir que el cristiano progrese, a poner trabas a la obra de Dios en él.
Cristianos, si queremos disfrutar de nuestras riquezas espirituales, vivir para la gloria de Dios y crecer en la fe, velemos. Huyamos de nuestro adversario. Busquemos diligentemente la cercanía del buen Pastor. “Conmigo estarás a salvo” (1 Samuel 22:23).