El Señor está cerca: Lunes 24 Agosto
Lunes
24
Agosto
Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 14:15
Obediencia, conformidad y legalismo

En esencia, la obediencia es una actitud del corazón hacia una autoridad superior. Para los cristianos, esa autoridad suprema es Dios mismo. Obedecer también implica nuestra actitud hacia Dios. El legalismo, en contraste, invierte el orden correcto: pone el énfasis en el mandamiento por encima del que lo dio. Pone el énfasis en la ley, y en guardarla por el bien de esa misma ley, en lugar de darle la gloria al Dador de ella. El legalista tiende a poner su vista en cómo actúan los demás en lugar de juzgar la actitud de su propio corazón. Así actuaban los fariseos en los días del Señor Jesús. El apóstol Pablo, en Romanos 2, expone con claridad a aquellos líderes religiosos. Cada uno de nosotros debe examinar su propio corazón y juzgar las verdaderas motivaciones que nos llevan a obedecer.

Por otro lado, la conformidad se refiere al aspecto externo del hombre. Muchas personas se conforman a las normas únicamente por temor a las consecuencias, pero no por respeto a la autoridad. Por ejemplo, todos hemos conducido alguna vez respetando el límite de velocidad, no por convicción, sino simplemente por evitar una multa. En ese caso, no hay una verdadera actitud de obediencia, sino solo miedo al castigo. Aquí se revela un principio importante: la conformidad puede evitar una sanción, pero no produce la paz ni la alegría que nacen de una obediencia sincera.

Ante todo, la obediencia es una actitud de oír. El término griego para obedecer significa literalmente “oír bajo”, es decir, oír desde una posición de humildad y sumisión. Cuando escuchamos con un corazón obediente, reconocemos tanto la autoridad como la sabiduría de quien nos habla. Por el contrario, cuando nos negamos a obedecer, nos colocamos por encima de esa autoridad y adoptamos una actitud de rebelión, aunque sea de forma interna. La desobediencia, por tanto, no siempre se manifiesta en actos visibles, sino que puede esconderse en los pensamientos y actitudes del corazón.

S. J. Hulshizer