El Señor está cerca: Domingo 9 Agosto
Domingo
9
Agosto
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
Juan 17:5
Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
Juan 12:28
La gloria del Señor Jesús

Vemos al Señor Jesús avanzando de gloria en gloria a lo largo de todo su maravilloso y variado camino: desde el vientre materno hasta los cielos.

En su nacimiento, se dijo de él: “El Santo Ser que nacerá…” (Lc. 1:35). Allí resplandecía la gloria de la naturaleza humana que él asumió.

Durante su infancia y juventud, la gloria de la Ley brilló en su comportamiento y en sus caminos. Vivió durante treinta años en lo secreto, en total sujeción a sus padres en Nazaret. Creciendo en gracia para con Dios y con los hombres.

En su bautismo se manifestó la gloria de Aquel que vino a cumplir toda justicia: los cielos se abrieron, el Espíritu descendió sobre él como paloma, y una voz del cielo declaró: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17).

Luego, ungido y comisionado, salió a realizar su ministerio por pueblos y ciudades de Israel, reflejando la gloria de la imagen del Padre, la cual resplandecía a través suyo. El que lo veía a él, veía al Padre (véase Jn. 14:9).

En la cruz contemplamos reunidas las glorias de la misericordia y la verdad, de la justicia y la paz. Gloria a Dios, y paz a los pecadores. Fue la más plena manifestación de gloria moral: Dios aceptando y perdonando a los más viles, sin pasar a llevar su santidad. Y ahora, la gloria de Dios brilla con majestad en “la faz de Jesucristo”, resucitado, ascendido y sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. Así, de gloria en gloria, contemplamos al Señor Jesucristo. ¡Alabado sea su nombre!

William S. Ibrahim
¡Oh Padre, qué belleza en tu Hijo se ve!
Belleza distinguida ahora por la fe,
Belleza que delante tus ojos siempre está,
Belleza que incesante placer a ti te da.

R. Holden