Álvaro y Jorge son cristianos, pero a Álvaro le preocupa la idea de perder su fe y, como consecuencia, su salvación. Jorge, por su parte, está totalmente seguro de su salvación. Vive tranquilo. Un día trató de explicar esto a su amigo, quien le preguntó sorprendido:
– ¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿Y si mañana haces una locura?
– Eres hijo de tu padre -respondió Jorge-. Si mañana haces una locura, él se entristecerá, pero tú nunca dejarás de ser su hijo. Cuando somos hijos de Dios, lo somos para siempre. Recibiste la vida de Dios “por gracia… por medio de la fe… es don de Dios” (Efesios 2:8). Eres su hijo. ¿Negaría Dios a sus hijos? Si eres salvo
Jorge tiene razón; la salvación del creyente, incluso del más débil, está sólidamente establecida por la obra de Jesús en la cruz. Nada puede destruirla. ¡Es perfecta! ¡Jesús la llevó a cabo
2 Reyes 12 – Romanos 16 – Salmo 69:19-28 – Proverbios 17:3-4