La Buena Semilla: Viernes 17 Julio
Viernes
17
Julio
Teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos… corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual… sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:1-2
Mártires

Cerca del Foro, en Roma, se pueden ver las ruinas de un calabozo donde los prisioneros de los emperadores pasaban sus últimas horas antes de su ejecución. Aún se ve un fragmento de la cadena que los ataba a un pilar de hierro. Para más de un cristiano, sin duda este calabozo fue la última etapa antes del reposo junto a Jesús.

Ellos dieron su vida por amor a su Salvador, su Maestro. Sin embargo, Jesús los amó primero. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Él dio su vida por nosotros, cuando aún éramos pecadores, malos. Esos creyentes sufrieron en las prisiones, en las arenas, en las hogueras, pero no llevaban más el peso del pecado que agobia la conciencia. Su Salvador expió sus pecados. Fueron sostenidos por el sentimiento de la aprobación de su Señor. Tenían ante sí la perspectiva de estar con él en la casa del Padre (Juan 14:2-3).

Ellos son mártires, pero Jesús es su Salvador. Son discípulos, y él es el Maestro. Esos hombres y mujeres de fe son testigos, después de Jesús, el gran y perfecto Testigo. Cristo era Dios, el Justo, y sufrió el suplicio de un mártir. Sin embargo, durante las tres sombrías horas de la crucifixión, soportó además la ira de Dios y su castigo debido a nuestros pecados. Su sacrificio redentor reparó la ofensa hecha a Dios por el pecado del hombre culpable. Nosotros tenemos a esos fieles de todos los tiempos en una alta estima, pero adoramos al Único digno de toda adoración: Jesús, “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

Números 27 – Lucas 6:1-19 – Salmo 84:8-12 – Proverbios 19:18-19