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Para Pedro fue un golpe, un fracaso. Pero, ¿sucumbiría a la desesperación? No, Jesús se dio la vuelta y miró a su discípulo, quien salió y lloró amargamente. Jesús se quedó solo ante el tribunal, fue condenado a muerte…
Más tarde Jesús resucitado se encontró con Pedro y le preguntó: “¿Me amas más que estos?”. Pedro respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Entonces Jesús le confió el cuidado de los jóvenes creyentes (Juan 21:15-16).
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Creer y amar al Señor fervientemente no basta para guardarnos de negarlo de una forma u otra. Para mantenernos fieles, permanezcamos cerca del Señor en pensamiento y en oración. Escuchémosle, contemos con su amor, no con el nuestro. Si caemos en el pecado, hará como hizo con Pedro: hablará a nuestro corazón y a nuestra conciencia, nos levantará. Además, nos permitirá servirle.
Ezequiel 24 – Gálatas 1 – Salmo 37:35-40 – Proverbios 12:19-20