El Señor está cerca: Lunes 28 Diciembre
Lunes
28
Diciembre
Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
Hebreos 2:8-9
Vemos a Jesús

Será un día glorioso –como el mundo jamás ha presenciado– cuando todas las cosas sean puestas bajo la jefatura del Señor Jesucristo. Aún no ha llegado ese momento. Como dice el apóstol: “Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”. Todavía esperamos ese día maravilloso, cuando el Señor vendrá del cielo para reclamar sus derechos y establecer el reino de Dios en la tierra.

“Pero vemos… a Jesús”. Aquí el creyente puede hacer una pausa y levantar la mirada con los ojos de la fe. ¿Qué vemos? Vemos a un Hombre que una vez anduvo en este mundo, pero que ya no está aquí. Vino con un propósito divino: cumplir una misión, realizar la obra que el Padre le encomendó. Ese Hombre es Jesús, el Salvador, el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo mediante su sacrificio en la cruz del Calvario. Ahora, con profundo gozo, contemplamos a este mismo Jesús coronado de gloria y honra. ¡Grande fue, en verdad, el abismo por el que atravesó! Bajó hasta las profundidades donde el pecado nos había llevado, para levantarnos a las alturas de la gloria donde él se sienta ahora, a la diestra de la Majestad en las alturas.

En su cruz oímos ese clamor triunfante: “Consumado es” (Jn. 19:30). Nada más puede añadirse a la obra perfecta que él ha realizado. En oración a su Padre, declaró: “He acabado la obra que me diste que hiciese” (Jn. 17:4). Pero su labor no terminó allí. Su precioso ministerio de intercesión continúa en el cielo: “Yo ruego por ellos… porque tuyos son” (Jn. 17:9).

Durante la ausencia del Señor Jesús, hemos sido dejados en este mundo –pero no somos del mundo. Hemos sido apartados para vivir por él, dar testimonio de él, y esperar su regreso. Pronto vendrá a llevarnos para estar con él, en la casa del Padre.

Jacob Redekop