El Señor está cerca: Domingo 20 Diciembre
Domingo
20
Diciembre
Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
Mateo 26:38
Cristo buscó simpatía pero no la encontró

Es precioso descubrir que Aquel que estaba con Dios, y que era Dios manifestado en carne, sintió todo como hombre, en total perfección. Cuando pidió a sus discípulos que velaran con él, sabía que el mundo entero estaba en su contra. Buscó la compañía de aquellos con quienes había estado más tiempo, para que lo acompañaran. Cristo fue probado y llevado al extremo del sufrimiento y del dolor humanos, orando en soledad y agonía.

¿Dónde estaban aquellos que supuestamente irían con él a la prisión y a la muerte? Durmiendo en el huerto; también durmieron en el monte santo ante la gloria del reino venidero. Esto muestra nuestras limitaciones como seres humanos: no era exactamente pecado, pero pone de relieve la profunda soledad que Cristo debió experimentar en este mundo: ni un alma que sufriera con él, que se compadeciera. Nadie simpatizó con él, nadie que él no hubiera primero amado ni de quien se había compadecido. Solo María de Betania logró entrar un poco en sus pensamientos. Cuando ella lo ungió para su sepultura, los discípulos, impulsados por Judas, dijeron: “¿Por qué este desperdicio?” (Mt. 26:8). ¡Qué duros son a veces nuestros corazones!

En el contexto de Juan 11, Dios mismo da testimonio de Jesús: confirma que él es el Hijo de Dios por medio de la resurrección de Lázaro. Dios no permitiría que fuera rechazado sin dar ese testimonio claro. Entonces María ungió a Jesús con un perfume precioso. Un poco más adelante, cuando todos estaban en Su contra, unos griegos desean verlo; entonces había llegado la hora de que el Hijo del hombre fuese glorificado (véase Jn. 12:20-24).

Dios cuida de asegurar un testimonio para Jesús, pero fuera de María, no encuentro otro ejemplo de verdadera simpatía hacia el corazón del Señor. ¿Qué le parece? ¡Es espantoso! Era un mundo horrible para Jesús, quien, siendo perfecto, atravesó todo aquello. Sin embargo, cuando le pidió a sus más cercanos que velaran con él, ellos dormían.

J. N. Darby