¿Ha ido alguna vez a acampar? Si es así, probablemente haya usado una carpa o tienda. Son útiles si uno acampa una o dos veces al año, pero ¿qué pasaría si tuviera que vivir permanentemente en una? Lo más probable es que esta se deteriore rápidamente, porque, a diferencia de una casa, no está diseñada para vivir permanentemente en ella. La Biblia también habla de tiendas, pero no de las que se usan para acampar. Usa esta imagen como una metáfora para describir el cuerpo humano. En esta segunda epístola, Pedro está escribiendo sus últimas palabras registradas a los creyentes. Dos veces en este capítulo describe su cuerpo como una tienda: “Mientras yo esté en esta frágil tienda” (v. 13 VM) y “conociendo que con presteza viene el tiempo de apartarme de esta frágil tienda mía”. La idea es clara: nuestros cuerpos actuales no son una morada permanente; estamos esperando nuestros cuerpos glorificados (véase 2 Co. 5:1-2).
Pedro escribió esta epístola para recordar a los cristianos las verdades que les había enseñado, antes de su partida. La palabra que usa para “partida” significa literalmente «éxodo», es decir, «salida». Esta misma palabra fue usada por el Señor cuando habló de su propia muerte en la cruz (véase Lc. 9:31). Pedro sabía desde hacía tiempo que su hora llegaría; su martirio había sido predicho: “Así como me lo indicó nuestro Señor Jesucristo”. A orillas del lago de Galilea, el Señor le dijo que moriría como mártir, por crucifixión (véase Jn. 21:18-19).
Es conmovedor ver cómo Pedro se refiere a su inminente martirio con naturalidad: “Apartarme de esta frágil tienda mía”. Ya no es la voz impetuosa de su juventud, cuando se jactaba de seguir a Jesús hasta la muerte y luego lo negó (véase Lc. 22:33). Es ahora la voz de la madurez espiritual, que expresa con serena seguridad que el Señor estará con él incluso en la hora de su muerte, tal como se lo había prometido. Meditar en esto debería ayudarnos a tener la perspectiva correcta sobre nuestro tiempo aquí, en esta “tienda”, y sobre nuestro próximo «éxodo».