En otros pasajes del Evangelio según Lucas, las palabras “no temáis” son un estímulo a la fe. Pero en esta parábola del juez injusto (vv. 1-8), esas mismas palabras exponen incredulidad. Este juez injusto estaba cómodo asumiendo el papel del necio que describe el Salmo 14:1, quien le dice “no” a Dios.
Job nos recuerda: “El temor del Señor es la sabiduría” (Job 28:28). No temer a Dios no solo nos pone en conflicto con él, sino que también envenena nuestras relaciones mutuas. Allí donde desaparece la reverencia a Dios, se hace evidente un deterioro en la responsabilidad mutua, en el cuidado del prójimo y en la cortesía básica. El juez de la parábola terminó haciendo lo correcto, pero solo por conveniencia personal. La rectitud no consiste primeramente en tratar bien a los demás, sino en obedecer a Dios.
Este principio se ilustra de manera conmovedora en la cruz. Uno de los malhechores reprendió al otro, diciendo: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?” (Lc. 23:40). Aunque él no lo sabía, faltaban solo momentos para que comenzaran las tres horas de tinieblas, cuando el Señor sufriría el juicio por el pecado. Pronto sería demasiado tarde para volverse a él. Pero aquel malhechor, movido por un temor al juicio venidero, clamó al Señor, diciendo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Y recibió una respuesta inmediata: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:42-43). Hay sabiduría en temer a Dios ahora (véase 1 P. 2:17).