El Señor está cerca: Domingo 13 Diciembre
Domingo
13
Diciembre
¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
Mateo 26:40
La perfección de Cristo en el sufrimiento

En el Evangelio según Mateo, Cristo es presentado especialmente como la Víctima. A lo largo de toda su vida se percibe, de forma maravillosa, su plena sumisión; pero junto a ella, lo que más conmueve es la profundidad de su camino de sufrimiento.

En el Evangelio según Lucas leemos que su sudor era como grandes gotas de sangre. Allí se nos presenta como el Hombre perfecto. Pero también se manifiesta en él un sentido extremo de lo que implicaba la terrible realidad de la ira de Dios. Cuanto más plenamente conocía lo que significaba ser santo, más intensamente sintió lo que era ser hecho pecado delante de Dios. Cuanto más profundamente conocía el amor de Dios, más dolorosamente sintió lo que era ser desamparado por él.

En este sentido, su sufrimiento fue perfecto e infinito, porque lo contemplaba junto con su Padre. Mirándolo desde esa comunión perfecta, dice: “Si es posible, pase de mí esta copa” (v. 39). Su alma descendió a la profundidad del sufrimiento, al punto de sudar como si fueran grandes gotas de sangre. Pero al volver junto los suyos, no quedaba en él ni el más leve rastro exterior de aquella agonía. Les habló con ternura y compasión, penetrando en sus pensamientos con amor, como si no hubiera copa alguna que beber: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”

Esto es algo maravilloso de rastrear. A lo largo de toda su vida, Cristo mostró una sensibilidad perfecta hacia todo lo que lo rodeaba. En el instante en que se vuelve hacia los suyos, no hace más que manifestar máxima ternura y bondad. Incluso ante Poncio Pilato, guarda silencio. Como oveja ante sus trasquiladores, no abre su boca. No respondía, salvo cuando la bondad o el beneficio de otro lo requería. Entonces, actuaba como si nada estuviera sucediendo. Su comportamiento reflejaba una bondad perfecta y una sensibilidad absoluta ante todo.

Vemos en el Señor Jesús una sumisión perfecta. Sentía con perfecta conciencia el horror de lo que estaba por enfrentar, pero porque lo sentía plenamente en comunión con su Padre, podía volverse hacia los demás con una actitud perfecta: tierno, compasivo, completamente en paz.

J. N. Darby