La conclusión de los malvados de que es inútil servir a Dios está ganando cada vez más popularidad en el mundo. Las encuestas muestran una tendencia decreciente tanto en la identificación religiosa como en la creencia en un Dios personal que observa las acciones y las omisiones de cada individuo.
Hace años, un agricultor escéptico escribió al editor de un periódico local en el mes de octubre. Relataba que, como experimento, había arado, sembrado, cultivado y cosechado uno de sus campos trabajando exclusivamente los domingos. Dios –si es que existía, según él– no había intervenido, y ese campo había producido tan abundantemente como los demás. ¿Qué respuesta merecía esto? El editor, que era cristiano, le contestó de manera sabia y sucinta: «¡Dios no siempre elige ajustar sus cuentas en octubre!»
Lo que Dios le dijo a su pueblo en estos versículos –al que amaba a pesar de que lo trataban con desprecio e insolencia– se aplica más allá del Israel de la época de Malaquías. Los orgullosos y los malvados realizaban los rituales externos de culto a Dios, pero sus corazones no estaban involucrados en estas obras. Como Dios no castigaba inmediatamente este orgullo y maldad, muchos concluyeron que a él no le importaba. Admiraban a quienes aparentemente salían impunes con tal actitud y conducta.
Aunque podamos pensar que Dios tarda en ejercer su juicio, este llegará a su debido tiempo. Dios, en su paciencia, aún espera que las personas se arrepientan.