Este será el lenguaje del remanente de Israel que se levantará en la tierra en un día futuro, cuando nazcan de nuevo por la intervención de la incomparable gracia de Dios. En el pasado, ellos concluyeron que el Señor Jesús fue “herido por Dios” debido a que afirmó que él era el Cristo. Sin embargo, en aquel día se darán cuenta de que él es, de hecho, tanto el Cristo como el Hijo Eterno de Dios. ¡Con qué profundidad resonarán estas cosas en sus corazones! Aunque durante siglos pensaron que los sufrimientos de la cruz eran un juicio de Dios sobre Jesús debido a que él era culpable, ellos se darán cuenta de que esos sufrimientos fueron por las transgresiones e iniquidades de ellos.
Ellos son culpables de crucificar al Señor de gloria, pero se han atrevido a afirmar que ellos estaban ejecutando el juicio de Dios contra él. Esta comprensión producirá una humillación profunda en aquellos que antes fueron altivos y despectivos contra este Señor tan lleno de gracia. Sus pecados han permanecido sin perdón durante siglos a pesar del sacrificio hecho por ellos. Solo cuando sean despertados por la fe en el Señor Jesús, ellos podrán participar del valor de ese sacrificio. Humillados hasta el polvo, reconocerán, como lo hacen actualmente los creyentes, que él fue herido “por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
Lamentablemente, aun hoy en día, muchos siguen rechazándolo, pero nos alegramos de que, desde todos los rincones del mundo, hombres, mujeres, niños y niñas se sientan atraídos por este amoroso Salvador. Todos los redimidos tenemos un nuevo cántico para entonar: “Tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Ap. 5:9). ¡Qué Salvador!