Pecador, ¿alguna vez ha estado a solas con Dios? Permítame decirle algo: si muere en sus pecados, usted estará solo en el infierno por toda la eternidad. ¿Cómo? ¿No habrá mucha gente allí? Claro que sí, pero no serán ni su compañía ni su consuelo. Usted sentirá una soledad absoluta e ininterrumpida.
“Quedó Jacob solo” aquella noche y recibió bendición. Del mismo modo, nadie jamás se ha convertido en este mundo sin estar a solas con Dios. La noche en que fui salvo, había cuatrocientas personas en la sala, pero en ese momento, yo estaba a solas con Dios. Mi vida desfiló ante mis ojos y vi con claridad mi futuro. No escuché nada más que la voz de Dios hablándome.
Cuando Pablo relata su conversión, él dice: “De repente me rodeó mucha luz del cielo”. Sin embargo, añade él, “los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron (escucharon) la voz del que hablaba conmigo” (Hch. 22:9). Él estaba a solas con Dios.
Ese es el momento de bendición: cuando el alma se queda a solas con Dios. Así ocurrió con Jacob: se quedó solo, y Dios se acercó con el propósito de bendecirlo. ¿Ha vivido usted alguna vez un momento así en la historia de su alma? Le diré lo que sucede: Dios se acerca para bendecir. No se resista a su llamado. A usted le sucederá lo mismo que a Jacob: “Luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”.
Querido amigo, ¿está Dios tratando con usted? ¿Está poniendo su mano sobre usted con enfermedad, debilidad o circunstancias adversas? Hay innumerables maneras en que Dios puede acercarse a una persona para traerla a él. Si él está tratando con usted, no lo rechace; no se resista. Su destino eterno depende de si usted se rinde a Dios o no. Usted no puede resistirse a él por mucho tiempo. Quizás rechace su gracia y la obra de su Espíritu una noche o una hora más de lo debido. No espere más, pues hoy es el día de salvación.