¡Cuánta seguridad nos dan estos versículos! Todo lo que sucede en su vida, incluso lo más insignificante, como el destino de cada cabello de su cabeza, es conocido por Dios. Nada ocurre por accidente ni por casualidad. La caída de una hoja, la muerte de un gorrión o la destrucción de un mundo entero son cosas igualmente conocidas por él. Los hombres hablan de «cosas grandes» y «cosas pequeñas», pero para Dios no existen tales distinciones.
¡Qué consuelo es meditar en su tierna preocupación por los suyos! Cada alegría y cada pena, lo dulce y lo amargo, todo es medido por él. Aquellos eventos que los hombres pueden considerar como «experiencias difíciles de entender», en realidad, no son más que la expresión de su fidelidad inquebrantable. El hombre puede fallar, pero “en cuanto a Dios, su camino es perfecto” (Sal. 18:30 NBLA).
¿Mira usted hacia el futuro con incertidumbre? ¿Ve misterios, dificultades e incluso maldad? Confíe en el Señor: todo está bajo su control. “Él guarda los pies de sus santos” (1 S. 2:9). Ni un cabello de su cabeza será tocado en vano. A veces, él nos conduce por un camino oscuro, otras a través de la tristeza, y a menudo por caminos que jamás habríamos elegido –pero siempre lo hace con sabiduría y ternura.
Con todas sus vueltas y revueltas, con sus asperezas y desafíos, el camino del creyente no solo es un camino correcto, sino el camino correcto, el mejor que la sabiduría y el amor divinos podrían haber trazado.
Por eso, bien podemos encomendarnos a su cuidado cuando hacemos el bien (véase 1 P. 4:19). Jesús se dio a sí mismo por nosotros, y este acto supremo de amor es la garantía de que él nos dará todo lo que sea necesario. Él nunca impondrá una carga innecesaria ni exigirá un sacrificio que no tenga un propósito. En su copa de sufrimiento no hubo ni una gota superflua; ¡tampoco la habrá en la nuestra!