En términos espirituales, los seres humanos están diseñados para experimentar paz, alegría y satisfacción. Sin embargo, muchas personas pasan por la vida sintiéndose fragmentadas y vacías. Buscan a una persona o una filosofía que le de sentido a su vida, pero terminan experimentando solo insatisfacción.
En Juan 4, Jesús habla con una mujer samaritana que claramente se sentía incompleta y desilusionada (véase Jn. 4:7-30). Al intentar llenar su vida con el amor de un hombre, había tenido cinco matrimonios fallidos y actualmente estaba en una relación pecaminosa. Esta mujer había sumergido repetidamente su corazón en el pozo del amor humano, esperando encontrar la aceptación que la hiciera sentir llena. Sin embargo, cada experiencia la dejaba aún más sedienta. Ante Jesús, era un alma rota y una marginada social.
A lo largo de la historia, las personas han bebido de diversos pozos falsos. Uno de los mayores engaños de Satanás es convencer a las personas de que la felicidad y la plenitud solo se pueden encontrar a través del amor, el éxito, la venganza, entre otras cosas. Pero la mentira del diablo es fácil de reconocer: basta con observar a aquellos que intentan llenar su vacío con hábitos poco saludables y actitudes inseguras.
La verdad es que solo una relación con Jesucristo puede sanar a una persona. Solo de él fluye el agua viva que sacia la sed para siempre. Esto significa que él satisface todas nuestras necesidades en esta vida.
Aunque en un mundo afectado por el pecado no tendremos una existencia perfecta, podemos esperar vivir con una profunda sensación de satisfacción por medio de la persona del Señor Jesucristo.