El Señor está cerca: Martes 17 Febrero
Martes
17
Febrero
Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Lucas 10:20-22
El propósito y el llamamiento de Dios

En Lucas 9:51, vemos al Señor Jesús preparándose para su viaje final a Jerusalén. Tras enviar a setenta discípulos con un último llamado a la nación (vv. 1-12), el resultado fue que las ciudades donde había realizado sus mayores milagros permanecieron en incredulidad (vv. 13-15).

Sin embargo, una vez más aprendemos que los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros y sus caminos más elevados que los nuestros. El rechazo de Israel a su Mesías no frustró los propósitos de Dios; al contrario, reveló planes aún más maravillosos que estaban en el corazón de Dios y mayores glorias del Señor Jesucristo.

Primero, el Señor Jesús le dijo a sus discípulos –y nosotros también somos sus discípulos– que nos regocijemos porque nuestros nombres están escritos en los cielos (v. 20).

Si el propósito de Dios para esta tierra debe esperar su cumplimiento debido a la ceguera de Israel, entonces él ejecutará su propósito celestial. Este llamamiento celestial de la Iglesia, llevado a cabo en esta presente época de gracia, incluye tanto a judíos como gentiles que han sido salvados, y unidos al un solo cuerpo de Cristo (véase He. 3:1; Ef. 3:6; 1 Co. 12:13).

En segundo lugar, se revela un propósito aún más glorioso: el Hijo ha venido para revelar al Padre. “Nadie conoce… quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Lc. 10:22).

Las bendiciones del Milenio aún están por venir, ¡pero ya podemos conocer a Dios como nuestro Padre (véase Jn. 20:17)!

Kevin Quartell