Tanto Timoteo como Tito comenzaron su servicio al Señor como colaboradores del apóstol Pablo. Cuando Pablo llevó a Timoteo en su segundo viaje misionero, primero lo circuncidó debido a los judíos de la región natal de Timoteo. En contraste, cuando llevó a Tito a Jerusalén, Pablo resalta el hecho de que Tito no fue obligado a circuncidarse. ¿Por qué esta diferencia?

La madre y la abuela de Timoteo eran judías piadosas que le enseñaron las Escrituras del Antiguo Testamento desde su infancia, mientras que su padre era griego. Según la ley judía –que sigue vigente hasta hoy– el hijo de madre judía es considerado judío. Normalmente, lo primero que hacía Pablo al llegar a una nueva ciudad era entrar en la sinagoga del lugar. Llevar a un joven judío incircunciso a una sinagoga habría sido ofensivo para los judíos de la región, y Pablo, siguiendo su principio de “me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos” (1 Co. 9:20), decidió circuncidar a Timoteo para evitar ofender a quienes buscaba ganar para el Señor –un principio excelente que nosotros también debemos seguir. De esta forma, Timoteo aprendió desde temprano lo que significaba sufrir “penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Ti. 2:3).

Por otro lado, Tito era griego y acompañó a Pablo a Jerusalén en un contexto donde se debatía si los gentiles debían circuncidarse para ser salvos. Dado que la salvación es únicamente por la fe en Cristo, Pablo deliberadamente no permitió que Tito fuera circuncidado, pues hacerlo habría estado completamente fuera de lugar.