El Señor está cerca: Martes 3 Febrero
Martes
3
Febrero
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6-7
Guarnecer el corazón con la oración

Resulta muy útil considerar en oración el pasaje de Lucas 12:22-34. Es un sermón completo e incluyente, en el que el Predicador modelo argumenta (vv. 22-23), ilustra (vv. 24-28) e interpela (vv. 29-34). En este sermón, el Maestro desvela algunas de sus enseñanzas más sublimes. Dirige nuestra mirada a las aves del cielo y a las flores del campo. Y, a partir del hecho de que Dios alimenta a las aves y viste a los lirios, nuestro Señor nos asegura que nuestro Padre celestial conoce íntimamente nuestras necesidades. Con ello, nos exhorta a desterrar de nuestro corazón toda preocupación que pueda corroerlo.

En Filipenses 4:6-7, se nos presenta la imagen del corazón del cristiano como un castillo asediado por enemigos malignos: la preocupación, la inquietud, la duda, la ansiedad y los problemas. Cualquiera de estos, si se le da cabida, puede destruir el descanso del corazón, que es esencial para todo aquel que quiera dar testimonio de Dios. Para resguardarnos («guardar», lit. «guarnecer», un término militar) contra tal invasión, se nos ofrece una guarnición celestial que acampa alrededor de quienes cumplen las condiciones establecidas en el versículo 6, otorgándoles la protección prometida en el versículo 7. El resultado será una paz que sobrepasa todo entendimiento y que, al disfrutarla, nos capacitará para enfrentar cualquier hostilidad espiritual.

Una palabra de advertencia: Esta porción de la Escritura nos exhorta, sin reservas, a presentar delante de Dios todo aquello que nos inquieta. Sin embargo, no implica que él responderá inmediatamente a cada petición o de la manera exacta en que la formulamos. Ante muchos de los oscuros dilemas de la vida, podemos carecer de comprensión, pero tenemos la certeza de que él jamás nos dejará ni nos desamparará (véase He. 13:5).

G. Henderson