“A donde quiera que uno mire, las nubes oscuras se acumulan en el horizonte de todos los continentes. La economía mundial tambalea en todas partes”, escribía un periodista.
El mundo anda mal, es verdad. Y la crisis no se limita a la economía. Los valores morales desaparecen porque hemos perdido -o rechazado- las referencias que constituyen el fundamento de nuestra sociedad. Se preconiza un siglo progresista promulgando leyes que arruinan las bases de la familia. Se confunde la conciencia y la inteligencia, se reemplaza la verdad por la subjetividad. Se habla de un gobierno mundial del cual Dios es excluido. En la Biblia Dios nos dice que él pondrá un término a esta presunción mediante los juicios.
Pero incluso si la tierra tiembla, el trono de Dios en los cielos es inquebrantable (Salmo 11:4). Dios es el fundamento sólido sobre el cual los creyentes se pueden apoyar. Aún hoy él dice a todos los que buscan socorro: “Volveos a mí” (Malaquías 3:7). “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras -dijo Jesús- y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). Las tempestades se abatirán contra el mundo, pero nada puede destruir al que construye su vida en Dios. Él dice a cada uno: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15). Los verdaderos cristianos serán raptados: “Vengo en breve”, dijo Jesús. “Yo… te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero” (Apocalipsis 22:20; 3:10). Luego será demasiado tarde para volverse a él.
Jeremías 32:1-25 – 1 Corintios 7:25-40 – Salmo 102:9-15 – Proverbios 22:12-13