Escuchamos con emoción esta última bienaventuranza: “Bienaventurados los que padecen persecución”. En efecto, cuántos cristianos sufren hoy por la justicia, por su fidelidad a Dios y a su voluntad. ¡No los olvidemos en nuestras oraciones! Su ejemplo nos anima a salir de nuestros miedos para ser testigos de Cristo. A veces es tentador limitar nuestra fidelidad a Dios a lo que puede parecer socialmente conveniente, por miedo a las burlas o incluso a la persecución. Pero Jesús nos llama a ser valientes y a aceptar el riesgo. No es feliz el que «esconde su bandera», sino el que tiene la libertad de ir hasta el final siguiendo a Cristo.
Las cualidades descritas en las siete primeras bienaventuranzas: humildad, confianza, mansedumbre, pureza de corazón, sed de justicia, misericordia, deseo de paz… deberían haber atraído la simpatía. Pero los discípulos de Jesús fueron rechazados precisamente porque se parecían a su Maestro. “Han aborrecido a mí y a mi Padre” (Juan 15:24). “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”, dijo Jesús a sus discípulos (Juan 15:20).
Su perseverancia ante la prueba es un efecto de la esperanza que los mueve. Se alegran porque el Reino ya les pertenece. Su gozo en la prueba también es una señal de que el Espíritu de Dios reposa sobre ellos (versículo del día). ¡La paciencia, la valentía y el gozo provienen del Espíritu Santo!
Isaías 2 – Hechos 28:17-31 – Salmo 37:30-34 – Proverbios 12:17-18