La trata de esclavos en Francia está prohibida desde 1815, pero solo fue abolida definitivamente por el Estado francés en 1848. A nivel internacional, la esclavitud ha sido combatida muchas veces; y desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU (diciembre de 1948) debería haber desaparecido oficialmente de la faz de la tierra…
Pero existen otras formas de esclavitud: las drogas, el alcoholismo… Y, sobre todo, la humanidad sigue siendo esclava de aquel a quien la Biblia llama Satanás. Él, “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31), tiene poder sobre todos los humanos desde la entrada del mal en el huerto del Edén. Su objetivo es llevarnos a la muerte eterna.
Pero Cristo vino a liberarnos de este gran poseedor de esclavos. ¡Abolió la mayor esclavitud! ¡A todo el que se arrepiente le ofrece, no solo la libertad, sino un futuro eterno en la casa de su Padre! El precio que Jesús pagó por mi libertad es muy alto: ¡pagó con su propia vida! “Habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:20).
El creyente liberado de las garras de Satanás, su peor enemigo, se pone entonces al servicio de Jesucristo, su nuevo Maestro. Todos los apóstoles se autodenominan “siervos de Jesucristo”; pero esta esclavitud no tiene nada que ver con la que inicialmente era suya (y la nuestra). Es consentida libremente y con gozo. ¡Su Maestro es tan bueno que servirle es un honor, una alegría!
Y usted, ¿a quién sirve? Si sirve al Señor Jesús, entonces es verdaderamente libre.
Éxodo 32 – Hechos 21:37-22:21 – Salmo 35:1-8 – Proverbios 11:29-30