Como vimos ayer, Jesús nos invita a no exigir el pago de las deudas, morales o incluso financieras, sino a anularlas. Que una persona me haya hecho mal, o que yo le haya hecho bien, no significa que deba considerar que me debe algo. Por experiencia sé que esto no es fácil ni natural. Hay ofensas tan profundas, que duelen tanto… Solo el Señor puede ayudarme a perdonar. Porque en su inmenso amor, él mismo murió en la cruz para borrar mis pecados.
Sí, la deuda que yo tenía con Dios fue pagada por Cristo, por amor a mí y a Dios. Jesús oró por los que lo crucificaron: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Luego, después de soportar el castigo por nuestros pecados, dijo: “Consumado es” (Juan 19:30). En esa época, se escribía esta expresión en cada factura pagada. Jesús pagó la deuda por todos (Romanos 3:22), por eso Dios perdona gratuitamente a todo el que acude a su gracia pidiendo el perdón de sus pecados. Su amor inunda el corazón del creyente, y el Espíritu de Dios también le da la fuerza para perdonar.
Conociendo este amor, comprendemos lo que dicen los versículos de hoy, que podrían sorprendernos. Abren un camino de libertad que, contrario a nuestros cálculos, a nuestros mecanismos de defensa, a nuestras exigencias, nos da el gozo de amar verdadera, libre y gratuitamente al prójimo, como Jesús nos amó.
Job 28 – Hebreos 11:1-22 – Salmo 131 – Proverbios 28:9-10