Este título es una referencia de Ambroise Paré (1510-1590). Se le considera uno de los padres de la cirugía moderna. Su afirmación nos indica la actitud correcta que se debe tener hacia la medicina.
«Lo vendé», es decir: lo traté. Los médicos y cirujanos han aprendido a conocer las diferentes patologías y se dedican a curarlas lo mejor posible. Apreciamos el privilegio de poder recurrir a ellos. Los cristianos que practican estas profesiones tienen la oportunidad de mostrar los caracteres del Señor Jesús: dulzura, solicitud, verdad… siguiendo el ejemplo del evangelista Lucas, llamado “el médico amado” (Colosenses 4:14).
«Pero Dios lo curó»: el médico hizo el tratamiento, pero Dios tiene el control de todo; él permite tanto las enfermedades o los accidentes como la curación. Todos nosotros, médicos o pacientes, debemos tener presente que la vida pertenece al Creador, y que él controla todas las circunstancias de nuestra existencia.
La Palabra de Dios reprocha al rey Asa: “En su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos” (2 Crónicas 16:12). No se le censura por acudir a un médico, sino por olvidarse de Dios, por no orar para conocer el propósito y la voluntad de Dios en esto. Aceptemos con gratitud los cuidados médicos, pero confiemos ante todo en un Dios que nos ama y quiere nuestro bien.
“Si en la tierra hubiere… cualquier plaga o enfermedad que sea… toda oración y toda súplica que hiciere cualquier hombre… tú oirás… y perdonarás, y actuarás… para que te teman todos los días” (1 Reyes 8:37-40).
Job 22-23 – Hebreos 9:15-28 – Salmo 128 – Proverbios 28:3-4