La verdad solo puede encontrarse en Dios. Solo él, el Creador, conoce todo, ya que es el origen de todo; solo él sigue siendo el mismo; solo él puede juzgar todo; él es la referencia absoluta y perfecta. Solo se le puede conocer si él mismo se revela.
Los seres humanos sabemos muy poco, somos variables, tenemos limitaciones y estamos impregnados de maldad. ¿Cómo podríamos comprender los pensamientos de Dios? Pero Dios está lleno de bondad hacia el hombre, y se le revela. Le ha dado su Palabra, que se completó durante siglos hasta formar un libro único: la Biblia.
Los creyentes que con un corazón sincero leen y aceptan la Palabra de Dios encuentran en ella el pensamiento de Dios; esto les ayuda a apartarse de lo que no es conforme a su voluntad.
La Biblia no es una colección de leyes exigidas por Dios a sus criaturas. Es el medio a través del cual el Espíritu Santo nos revela sus múltiples caracteres. Ella nos muestra que Dios es santo y misericordioso, pero que también debe castigar el mal. Su Palabra también es sanadora. Ella contiene promesas para el presente y para la eternidad. Asimismo presenta historias, ejemplos y testimonios que ponen la verdad de Dios al alcance de la limitada comprensión de sus hijos. Y, sobre todo, nos habla de Aquel en quien y por medio de quien Dios se reveló: Jesucristo, el pan de vida.
“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jeremías 15:16). “¿No hacen mis palabras bien al que camina rectamente?” (Miqueas 2:7).
Job 38 – Colosenses 4 – Salmo 136:1-9 – Proverbios 28:27-28