Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
Estas tres comidas dan testimonio de la bondad de Dios, un Dios que da. Multiplicó los panes (Marcos 8 y Lucas 9), celebró la última cena con sus discípulos (Lucas 22:14-20) y entró a cenar con dos de ellos en Emaús (Lucas 24:28-32).
– El milagro de la multiplicación de los panes ocurrió en circunstancias en las que parecía imposible comer: un lugar desierto, una gran multitud, pocas provisiones… Sin embargo, Jesús invitó a sus discípulos a confiar en él: “Dadles vosotros de comer”. Jesús estaba ahí, su autoridad y su poder se expresaron en cuatro verbos: tomó, bendijo (dio gracias a Dios), partió y dio.
– La Cena del Señor, que Jesús instituyó después de la cena pascual compartida con sus discípulos la noche antes de la crucifixión. La Cena es la señal del amor perfecto de Jesús, quien dio su cuerpo en sacrificio; él murió, y su sangre fue derramada. Si tenemos fe en este sacrificio, somos purificados de nuestros pecados. Entonces somos invitados a participar de la Cena del Señor.
– Dos discípulos que iban camino a Emaús estaban tristes y confundidos. Jesús se acercó a ellos y les explicó las Escrituras, pero ellos no lo reconocieron. Sin embargo, cuando Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y les dio, “les fueron abiertos los ojos” (cap. 24:30-31).
Amigos cristianos, ¿nuestros ojos están abiertos a su amor, al gozo de su presencia?
Zacarías 4-5 – Apocalipsis 14 – Salmo 145:8-13 – Proverbios 30:15-16