Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
Jesús enseñaba mediante parábolas o imágenes de la vida cotidiana. Durante una comida en casa de un fariseo, dijo: “Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse” (Lucas 14:16-24). Es la historia de un hombre que invita a sus amigos, pero finalmente nadie viene. Demasiado trabajo, ocupaciones familiares, todo el mundo encuentra una excusa. La invitación no les interesa.
Este hombre es una imagen de Dios quien nos invita a regocijarnos en su casa con todos los que han aceptado a Cristo. “Todo está preparado”: Dios envió a su Hijo, quien vino a este mundo a sufrir y a morir a fin de darnos un lugar en su casa. Él invita a mucha gente, porque ama a todos los seres humanos y quiere salvarlos. Como el hombre de la parábola, que quiere que su casa se llene, él sigue llamando.
Entonces me pregunto: ¿acaso tengo yo también una buena excusa para no escuchar a Dios, para menospreciar su invitación y su gran amor? Él quiere nuestra felicidad, desea introducirnos para siempre en su casa, el cielo mismo: un lugar maravilloso del cual nos habla el libro del Apocalipsis. Allí todo brilla debido a la presencia de ese Dios de amor. Él habitará con nosotros, y ya no habrá más muerte, ni clamor, ni lágrimas (cap. 21:4). Habrá una paz eterna. Creer en Dios e ir a él para ser salvo es en verdad una inmensa felicidad, desde ahora y por la eternidad.
Zacarías 14 – Apocalipsis 20 – Salmo 148:1-8 – Proverbios 31:1-7