¿Qué pensaría de alguien que cerrara los ojos para evitar un accidente? A menudo esta es nuestra actitud frente a lo inevitable. El filósofo Pascal dijo: «Los hombres, al no haber podido curar la muerte… han decidido no pensar en ella, para ser felices». Si la muerte es el fin de todo, solo podemos tratar de ignorarla: el trabajo, el ocio, dedicarnos a causas generosas o mil otras ocupaciones nos ayudan a no pensar en ella. Pero, ¿qué sentido tiene la vida si solo es un escape? Tal vez usted responda:
–Pensar en la muerte no cambiará el hecho de que ella es inevitable.
–Sin embargo, esto puede llevarlo a escuchar la voz de Dios, quien quiere hablarle sobre la vida, la muerte y el más allá.
–Ah, ¿Dios habla? ¡No lo oigo!
–Abra la Biblia y le oirá decir: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55). ¡La muerte ha sido derrotada!
–¿Cómo? ¿Por quién?
–Por Jesucristo, el Hijo de Dios. Él murió en nuestro lugar; Dios lo dice en los evangelios.
En resumen, la Biblia nos dice que nuestros pecados merecían la muerte eterna, pero Jesús sufrió el castigo en nuestro lugar. Ahora él nos ofrece la vida para siempre en su presencia. Si creemos esto, la muerte ya no es el fin de todo para nosotros. Es solo una puerta que nos abre el acceso para vivir, cerca de Jesús, una vida sin fin, tranquila, sin dolor, pero sobre todo en la paz y el gozo de nuestro Salvador.
Sí, vale la pena vivir, pues ¡la vida tiene sentido!
Ester 5-6 – Juan 16 – Salmo 119:97-104 – Proverbios 26:19-20