El apóstol Pedro dice respecto a Jesús: “Comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos” (Hechos 10:41). En la Biblia, a menudo Dios invita a los suyos a compartir una comida en su presencia. Esta idea se muestra desde el principio de la Biblia (Génesis 18:8; 24:54; Éxodo 24:11), hasta la promesa de comer con Jesús en su reino (Lucas 22:30). Esto nos da una idea de la cercanía que Dios quiere tener con los creyentes.
Lucas, atento a subrayar la humanidad de Jesús, menciona con frecuencia las comidas que Jesús compartía con los que le invitaban, cualesquiera que fueran sus convicciones religiosas o sus motivos. Aceptó la hospitalidad de amigos como Marta, María y Lázaro (Lucas 10:38), la de los despreciados recaudadores de impuestos, pero también la de los fariseos que no creían en él. Esta actitud de Jesús era bien conocida, a tal punto que algunos lo llamaron “un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores” (Lucas 7:34).
Lo que era cierto cuando Jesús estaba en la tierra, sigue siendo cierto hoy. Jesús espera que le invitemos, y acepta venir a nuestra casa. ¿No es maravilloso? En el último libro de la Biblia dirige a todos esta palabra: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Jesús está esperando a la puerta de nuestra vida, y nos llama. Por la fe, abrámosle nuestro corazón.
Job 18-19 – Hebreos 7:18-28 – Salmo 125 – Proverbios 27:21-22