Juan Crisóstomo, elocuente predicador del siglo IV (4), se expresó así: «No pienso en Jesucristo como si fuera solo Dios, ni como si fuera solo hombre, sino como siendo ambos a la vez. Sé que tuvo hambre, pero también sé que con cinco panes alimentó a cinco mil hombres. Sé que tuvo sed, pero también sé que convirtió el agua en vino (en una boda). Sé que se desplazó en una barca, pero también que caminó sobre el mar. Sé que murió, pero también que resucitó. Sé que apareció encadenado ante Caifás, Herodes y Pilato, pero también sé que ahora está sentado con el Padre en su trono. Sé que Aquel que es adorado por los ángeles es el mismo que fue entregado a la crueldad de los soldados romanos y a la furia asesina de una turba despiadada.
Estos hechos que parecen contradictorios los atribuyo, unos a su naturaleza humana, otros a su divinidad. Hombre y Dios a la vez, este es el insondable misterio de la persona de Jesús».
Zacarías 6 – Apocalipsis 15 – Salmo 145:14-21 – Proverbios 30:17