La Buena Semilla: Jueves 2 Noviembre
Jueves
2
Noviembre
Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
2 Corintios 5:1
No envejecer

Este es un deseo más o menos inherente a todos. ¡Cuántos esfuerzos para detener el ineludible proceso de degradación del cuerpo humano, para encontrar algún elixir de la juventud!

El cristiano sabe que esta ley de decadencia del “hombre exterior” fue permitida por Dios. Pero la Biblia le asegura que los cuerpos de los creyentes serán transformados a la semejanza de Jesucristo. Por otro lado, durante la vida del creyente en la tierra, Dios mora en él por su Espíritu Santo, y quiere usar nuestros cuerpos para el bien y para su honor. Este también debe ser nuestro deseo.

Nuestro ser interior, la parte inmaterial del creyente, siempre se renueva a pesar del cansancio y el desgaste del cuerpo. El apóstol Pablo lo vivió y lo afirmó: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Cada día el poder del Espíritu hace vivir a Jesús en el cristiano. Este ve declinar su cuerpo y sus facultades sin lamentarse, porque su fe se regocija en la gloria venidera y la disfruta anticipadamente. La mirada del alma se aleja de las cosas visibles para detenerse en las que son invisibles y eternas. El cristiano espera a su Salvador desde el cielo; el Señor lo revestirá de un cuerpo glorioso, aunque su cuerpo pase por la muerte. Todo lo que es mortal habrá sido “absorbido por la vida” (2 Corintios 5:4).

“Así… es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción… Se siembra en debilidad, resucitará en poder” (1 Corintios 15:42-43).

Ester 7 – Juan 17 – Salmo 119:105-112 – Proverbios 26:21-22