Paseando por el bosque, el canto de los pájaros me detiene. Unas palabras de Jesús vienen a mi mente: “Mirad las aves del cielo…”.
Dios nos invita a observar los pájaros, tan bellos pero tan frágiles y vulnerables, formados por la mano del Creador. Él les dio su maravilloso colorido, los cuida, los alimenta y los hace crecer.
Nosotros, sus criaturas, hechos a su imagen, ¿por qué deberíamos preocuparnos? ¿No valemos para él más que una flor o un pajarito?
Aquí hay una lección para nosotros. Somos frágiles y a menudo estamos atormentados por múltiples problemas que nos superan. Nuestra mente está agitada frente a las dificultades que nos parecen insuperables, o ante pequeñas contrariedades de la vida cotidiana. Jesús nos dice: “Vuestro Padre celestial sabe” (Mateo 6:32). Confiemos en él y busquemos su presencia, su reino, cada día (v. 33).
Notemos que los pájaros son muy activos: construyen nidos, alimentan a sus crías, algunos emigran dos veces al año. El creyente también realiza muchas actividades. Dios quiere guiarlo y cuidarlo para que las cumpla de la mejor manera. E incluso hará “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20).
Si muchas cosas nos cargan, cosas sobre las cuales no tenemos el control, digamos sin demora: “¡Ayúdame, Señor, a ponerlas en tus manos! Yo sé que tu paz, tu presencia, tu justicia y tu amor siempre estarán ahí para mí”.
2 Samuel 4 – Mateo 26:14-46 – Salmo 22:1-5 – Proverbios 8:28-31