“Habiendo sido abandonado por mis padres, fui criado por mi abuela y luego por mi tía. Mi padre y mi madre me sacaron de sus vidas. ¡Pero Dios no me abandonó!
Entre los 20 y los 30 años, varias veces estuve en la calle, y fui albergado en diferentes hogares. Durante esos años de vagabundeo encontré a una persona que me habló, oró por mí y me dio un saco de dormir para protegerme del frío. Esta atención me conmovió. Por primera vez, desde hacía mucho tiempo, me sentí apoyado. Más tarde encontré una persona cristiana que me dio una Biblia. Poco a poco comprendí que tenía un tesoro en mis manos. Mientras leía ese libro, el Señor se reveló a mí. En un momento sentí la necesidad de ir a él y abrirle mi corazón. La Biblia fue el único remedio para mi situación, me habló, y estoy convencido de que Dios me hablará por medio de ella hasta mi último suspiro. No hay tema más hermoso que el del amor de Dios. Descubrí que Jesucristo es mi única esperanza, mi único recurso. Dios llenó el vacío afectivo que había en mí, me adoptó y le dio un sentido a mi vida. Deseo alabarlo por lo que él es y por lo que hizo por mí”.
Números 21 – Lucas 2:21-52 – Salmo 81:11-16 – Proverbios 19:7-8