«Siento admiración por los que oran y tienen fe. ¡Los envidio!», decía un periodista. Entonces, ¿por qué no imita a los que creen? ¿Qué le impide tener fe? La Biblia nos dice: “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). No se trata solo de creer que Dios existe, sino de creer en Dios. Él nos habla por medio de la Biblia, que es su Palabra escrita. Debemos creerle. “Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5). No es necesario hacer esfuerzos meritorios para hallar a Cristo. En nuestros países la Biblia sigue siendo accesible a todos. ¿Queremos, o no, recibirla con fe? No se requieren habilidades especiales, ni inteligencia, ni obras, sino la fe en lo que Dios dice: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
¿Qué nos impide creer esto? ¿Nuestro razonamiento, nuestro entorno familiar o profesional, nuestro orgullo? Cuando vivió en esta tierra, Jesús dijo: “No queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40). “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Juan 5:44).
Pensemos en los obstáculos que nos impiden creer, y pidamos a Dios que los elimine. Él lo hará, porque su bondad nos guía al arrepentimiento (Romanos 2:4). ¡Nuestra felicidad eterna depende de ello!
Isaías 38-39 – Marcos 2 – Salmo 49:1-9 – Proverbios 14:15-16