Alguien dijo en forma de broma: «Si tenemos dos orejas y una sola boca, ¡debemos escuchar el doble de lo que hablamos!». Escuchar es la base de la comunicación, y la comunicación alimenta y enriquece todas las relaciones.
Escuchar a nuestros vecinos, conocidos, colegas, a menudo es el medio para conocer su insatisfacción y su necesidad de encontrar a Dios. Interesémonos en ellos, para que a su vez estén dispuestos a escuchar cuando les hablemos de Jesucristo.
Y en la iglesia local, ¿cómo puedo animar, consolar, ayudar a mi hermano o hermana, si no lo escucho? ¡Solo el amor que Dios derrama en nosotros a través de su Espíritu puede enseñarnos a escuchar bien a los demás!
El mismo Señor Jesús escuchaba a sus discípulos: “los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado” (Marcos 6:30).
Isaías 17-18 – 1 Tesalonicenses 5 – Salmo 41:7-13 – Proverbios 13:9-10