Esto es lo que Jesús afirma. No dice: «no podéis hacer gran cosa», sino: “nada podéis hacer”. Todo el bien que los creyentes hacen viene de Dios, y solo de él. Debemos aceptar esta verdad y ser conscientes de que somos objetos de su gracia.
Si no recibimos humildemente esta declaración del Señor, él tendrá que convencernos, a través de las dificultades que permita, de que somos incapaces de hacer el bien por nosotros mismos. Haber aprendido esta lección es la condición necesaria para que el Señor, en su gracia, actúe a través de nosotros. La gracia de Dios no nos impone una gran actividad, ni acciones que nos parezcan buenas. Más bien nos enseña qué disposiciones de pensamiento y actitudes de corazón permiten a Dios actuar en nosotros y a través de nosotros. Somos débiles. Pero Jesús nos da la clave para recibir la fuerza y la sabiduría que necesitamos. “Permaneced en mí”. En otras palabras, mantengamos nuestra comunión con él leyendo su Palabra. Permanezcamos unidos al Señor por medio del Espíritu Santo, y que este guíe nuestros pensamientos, suspiros, oraciones y alabanzas. Solo así podremos dar fruto, “mucho fruto”, y este fruto permanecerá hasta la eternidad.
Isaías 13 – 1 Tesalonicenses 2 – Salmo 40:6-12 – Proverbios 13:4