El terrorista de Trèbes (Francia, 2018) llevaba una hora apuntando a la nuca de Julie con una pistola. El teniente coronel Arnaud Beltrame se ofreció para sustituir al rehén. Luego fue violentamente atacado, murió durante la noche y se convirtió en un héroe. ¡Qué sacrificio! Este oficial de la policía tenía como modelo a otro héroe: Jesucristo.
Todos los seres humanos son «rehenes» del diablo desde la desobediencia en el huerto del Edén. Para librarnos del mal, Dios tomó forma humana en Jesucristo. Después de una vida justa, Jesús se dejó crucificar como un malhechor. El apóstol Pablo escribió: “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8). Con su muerte, Jesucristo se convirtió en «rehén» en nuestro lugar.
El coronel Beltrame murió y, por desgracia, no puede volver a la vida en esta tierra. Pero Jesús, el Hijo de Dios, resucitó. Demostró que no era un “rehén” de la muerte, sino que es poderoso para salvar a todos los que creen en él. Así como el coronel tomó voluntariamente el lugar del rehén, Jesucristo tomó su lugar y murió por usted. Acéptelo como su Salvador personal, y será salvo. Él le da la vida, una vida que va mucho más allá de su existencia en la tierra. Porque Jesucristo ¡es la vida eterna!
“Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo… Este (su Hijo Jesucristo) es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:11, 20).
Isaías 28 – 1 Pedro 3 – Salmo 45:6-9 – Proverbios 13:24-25