En algunas ciudades del mundo hay puertas famosas como la de Brandemburgo (Berlín, Alemania), la de Jaffa (Jerusalén), la de Alcalá (Madrid)… Algunas están abiertas y otras cerradas.
Las puertas que conducen a la presencia de Dios siempre están abiertas.
En Israel los lectores del Salmo 100 eran invitados a entrar en la presencia de Dios. Había dos pasos para tener acceso a Dios: primero se debía pasar por las puertas, y luego entrar en los atrios (patios frente al templo).
Lo mismo ocurre en nuestra vida como cristianos: a veces podemos sentirnos lejos de Dios. Acerquémonos, pues, a él; entremos por sus puertas con oraciones de gratitud, en sus atrios con alabanzas.
Por medio de la oración agradecemos a Dios todo lo que ha hecho por nosotros. Mediante la alabanza, reconocemos y proclamamos su grandeza y su amor.
Los creyentes del Antiguo Testamento eran invitados a entrar en la presencia de Dios con oraciones de acción de gracias y alabanza, “porque el Señor es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones”. Incluso cuando se alejaron de él, Dios permaneció fiel y siguió invitándolos a entrar en su presencia. Las puertas de Dios siempre están abiertas para nosotros, incluso cuando nos hemos desviado. Todo lo que tenemos que hacer es volver a él. ¡Dios no rechaza a nadie!
Isaías 32 – 2 Pedro 1 – Salmo 46:4-7 – Proverbios 14:5-6