«Mi madre aceptó a Jesús como Salvador cuando yo era niña, y yo también recibí a Jesús en mi vida a los nueve años. Más tarde, cuando era adolescente, mis amigas del colegio tenían sus novios, y yo quería hacer lo mismo. Mi conciencia me reprochaba porque sabía que eso no era correcto a los ojos de Dios. Quería complacer al Señor, pero lo que hacían mis compañeras me tentaba. Hablé con algunos amigos cristianos sobre mis problemas y leí varios pasajes de la Biblia sobre este tema. Oré al Señor y me libró de la tentación.
Unos años más tarde mi madre me dijo que ya no quería seguir a Dios. Me sentí muy triste, y de rodillas oré al Señor pidiéndole que arreglara esta situación. Oré con lágrimas y le rogué que me diera una respuesta, un ánimo. Abrí mi Biblia y leí el pasaje de Job citado en el encabezamiento de esta hoja. Esa fue exactamente mi respuesta. Me di cuenta de que si seguía al Señor y confiaba en el poder del Espíritu Santo (el agua), podía haber esperanza para mi madre, como la hubo para el árbol.
Seguí orando por ella. Sabía que debía confiar en el Señor. Él me dio paz, aunque no fue un momento fácil para mí. El Señor respondió, pues un año y medio después, mi madre volvió a él. Ahora es misionera en Italia, algo que había deseado toda su vida. Amigos cristianos, los animo a orar sin cesar por sus seres queridos. ¡El Señor los escuchará!».
Isaías 8 – Gálatas 4 – Salmo 38:15-22 – Proverbios 12:25-26