Abraham, amigo de Dios (Santiago 2:23), vivía en la montaña, pero su sobrino Lot, aunque también conocía a Dios, se había instalado en Sodoma. Dios anunció a Abraham que el juicio iba a caer sobre esta ciudad depravada. Este, conmovido al pensar en la terrible suerte que esperaba a su sobrino, oró fervientemente a Dios que perdonara a la ciudad si encontraba allí solo a diez personas justas. Y Dios se lo prometió…
Pero la mañana siguiente, Sodoma estaba convertida en una enorme hoguera. ¿Dios no había encontrado allí a diez personas justas? ¿Qué había sucedido con Lot? La oración de Abraham, ¿no había servido de nada? ¡Todo lo contrario! Dios es un Dios fiel, que escucha la oración. Él vio la angustia de Abraham por su sobrino, miembro de su familia. Y lleno de misericordia, sacó a Lot y a sus hijas de Sodoma justo antes de destruir la ciudad. Luego esta familia se refugió en la montaña. La Biblia no nos dice si Abraham volvió a ver a Lot, pero de todas maneras su oración fue escuchada. Dios perdonó a Lot porque “se acordó” de Abraham (versículo del día). Gracias al tío, Dios perdonó al sobrino.
Cristianos, tenemos seres queridos, familiares que están mezclados con el mundo. Supliquemos a Dios por ellos, sabiendo que pronto el juicio caerá sobre este mundo corrompido. No nos cansemos, pues Dios escucha la oración y es fiel. Quizá solo en el cielo veremos la respuesta a nuestra oración. Pero nunca dudemos en invocar la compasión de Dios por nuestros seres queridos.
Isaías 23 – 1 Pedro 1:1-12 – Salmo 44:1-8 – Proverbios 13:16-17