La Buena Semilla: Viernes 15 Diciembre
Viernes
15
Diciembre
El que descendió (Jesús), es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
Efesios 4:10
Jesús, el que me salvó

En la Biblia Jesucristo es presentado como Aquel que no tiene principio ni fin, el unigénito Hijo de Dios Padre. Al venir a la tierra, el Hijo de Dios se hizo hombre. “Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4:4). Así Jesús, Dios hecho hombre, quien vino entre los hombres, fue llamado Emanuel (Dios con nosotros, Isaías 7:14). Como “imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15), el Hijo de Dios ocultó su gloria celestial tomando un cuerpo humano.

Él nunca cometió pecado (2 Corintios 5:21). Su vida fue perfectamente santa y pura. Él, verdadero hombre, es el resplandor de la gloria y la imagen de Dios (Hebreos 1:3). Dios Padre declaró públicamente: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).

Este Jesús es el que me salvó.

¿Me aplastaría con su divina majestad? No, al contrario, manifestó a favor de los hombres sus caracteres divinos: amor, santidad, bondad, misericordia, ternura… incluso hasta la muerte. ¿Muerte, dice usted? Sí, a cambio de su amor le hemos devuelto odio: Jesús fue rechazado por los hombres y clavado en una cruz. Allí también “se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Jesús sufrió el castigo de Dios por mis pecados pasados, presentes y futuros. Su vida perfecta ofrecida a Dios, y su sacrificio en la cruz, permiten a todo el que cree en él recibir la gracia, el perdón de Dios y la vida eterna. Es la cúspide del amor.

“Fuisteis rescatados… con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación… mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos… para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1 Pedro 1:18-19, 21).

Cantares 5-6 – Apocalipsis 8 – Salmo 142 – Proverbios 29:26-27