Un médico ateo solía hablar con desprecio de la Biblia. Atacaba particularmente la verdad bíblica concerniente a la resurrección, base de la fe cristiana. El hecho de que Cristo haya resucitado nos da la certeza de que nuestros pecados son borrados.
Un día este médico hojeaba una Biblia para argumentar su crítica. De repente se encontró con el versículo: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?” (1 Corintios 15:35). Esto podría ser una pista… ¿Cómo resucitaría el cuerpo? Sin embargo, la palabra que siguió lo detuvo en seco: ¡“Necio”!
“Lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo” (v. 37-38).
La Biblia responde mostrando una imagen que todos podemos ver en la naturaleza: la germinación de una semilla. Cuando una semilla está «dormida», no se desarrolla. Pero cuando entra en contacto con el agua, puede comenzar la germinación y formar una planta. No nos cuesta entender que la semilla y la planta tienen un aspecto muy diferente. Es lo mismo con la resurrección.
Tratando de atacar la Biblia, este médico fue zarandeado en sus convicciones, y se volvió a Dios, quien dijo: “Fui hallado por los que no me buscaban” (Isaías 65:1).
Pero Dios también se revela a los que están en la incertidumbre, a los que buscan la verdad, para darles la seguridad de la vida eterna: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).
Génesis 20 – Mateo 11 – Salmo 10:1-11 – Proverbios 3:19-20